Extendiendo la bienvenida

¡Hola! Gracias por visitar mi blog que se trata del alcoholismo. Estoy investigando como esta enfermedad puede manifestarse con otros problemas mentales y una vida familiar constreñida. Espero que la información que se encuentra aqui puede ayudar a todos los que están afectados por esta adicción poderosa.

Friday, December 9, 2011

Ensayo Libre - La historia del cuidador


           El alcohol fue lo que me mató.  Bueno, eso probablemente no es justo.  Tal vez sería más apropiado reconocer que me maté a mí mismo, pero por medio del alcohol.  Pero eso no es justo tampoco. 

Fue la sustancia, el veneno que me controlaba y me consumía que causó la muerte.  Por unos 20 años, yo era prisionero, encarcelado por mis propios hábitos, sin la habilidad de escapar.  Pero qué surrealista ¿no?   Que fui yo quién tantas veces extendí la mano con gusto para alcanzar la fuente de mi propia fallecimiento.  Tantas veces fui yo mismo quién traje la copa hasta mis labios para besarla con ternura mientras permitía que el veneno entrara, que se deslizara por mi garganta.  Lo irónico de todo esto fue que desde la primera instancia que el líquido tocó mis labios, sentí alivio.  El alcohol era un enemigo amoroso, mi caballo de Troya quién a la primera vista parecía cariñoso y atrayente, impresionante por su inocencia, pero que luego me traicionaría y demandaría, mejor forzaría que lo consumiera en cantidades perversas.
Tuve  mi primera copa a los 14 años de edad.  Crecí en una casa bajo el cuidado de mi madre.  Mi padre nos había dejado hacía mucho, lo cual probablemente mejoró nuestra situación, ya que él pegaba a mi madre con frecuencia.  Yo era mayor que todos mis hermanos y mi madre trabajaba por dos patrones.  Por eso, adopté el rol del cuidador, el cual me daba un sentido de responsabilidad y agencia, un propósito.  De esa manera, estaba orgulloso de mi vida mientras crecía. Me gustaba ser la única fuente de organización en la vida de mi familia.  Seguí con esa necesidad durante toda mi vida.  Cuando mis amigos y yo alcanzamos una edad mayor y empezamos a tener una capacidad emocional más grande, yo continué actuando como confidente y fuente de apoyo cuando mis amigos encontraban obstáculos.  Sin embargo, el hecho de que yo era cuidador en todos casos de mi vida se volvió la razón que era tan difícil reconocer el momento cuando yo llegué a ser quién, por fin, necesitaba la ayuda.  Tontamente, no permitía que mi familia y mis amigos reciprocaran el apoyo.  Quería ser yo el cuidador.  Y es por esa razón que encontré una manera de tener mi propia catarsis por medio de la botella.  Como yo era cuidador de mi familia, el alcohol se volvió cuidador de mí. 
Me casé con Ellie, mi mujer, a los 32 años.  Ellia era una criatura frágil, una persona cuya perspectiva de la vida dependía completamente de los pequeños triunfos y tragedias que ocurrían a través del día.  Era enfermera en un hospital.  Naturalmente venía con frecuencia a la casa con historias dolorosas sobre, por ejemplo, un matrimonio que fue destrozado por un accidente de circulación o una jovencita que lloraba por la pérdida de su propio cabello.  Pero el bello poder emocional que ella guardaba era una de las razones por la cual me casé con ella.  Había una manera para llenar mi rol auto-recetado del cuidador.  Y por un rato, el matrimonio fue bello.
Lo que nunca pensaba es que sería yo quién estaría teniendo que admitir que había sucumbido, que sería yo quién era el débil y oprimido.  Las peleas con Ellie eran pequeñas al principio pero con los años aumentaron hasta que ninguno de nosotros pudo acordarse del porqué de nuestro amor.  El consumo no era el  origen de nuestras peleas sino mi silencio omnipresente.  Nosotros nos damos cuenta de mi problema con el alcohol muy temprano en el matrimonio.  Y fue una batalla que Ellie estaba decidida a ganar, con tal espíritu humanitario.  Pero nunca en mi vida había sido yo un problema para nadie.   Y con este modelo mental, nunca me permitía sincerarme con ella.  Yo quería ser su apoyo pero nunca estaba dispuesto a ser vulnerable.  Mi orgullo sensible (o tal vez mi vanidad) hacía que fuera más fácil simplemente ignorar los problemas cuando aparecían.  En cambio, logré encontrar ciertas maneras de demostrar que todavía la amaba a pesar de esta gran necesidad de esconder el problema del alcohol.  Llevaba a cabo tantas tareas domésticas y siempre le hacía pequeños favores cuando me los pedía.  Pero el favor más grande que me pedía una y otra vez yo nunca se realizó.  Y eso fue el favor de entrar en la lucha que ella tan fervientemente quería batallar conmigo.  Pero yo no me daba cuenta que era necesario alinearme con ella hasta que ya era tarde. 
Perdí mi vida en el coche, cuándo un conductor envenado causó un choque.  Yo no había tomado ese día, pero los dioses de la ironía me aplastaron.  Es por eso que llegué a la conclusión que mi error no fue en mi falta de haber combatido el alcoholismo sino en mi resistencia y terquedad en aceptar la ayuda de los que me amaban.  Ahora nunca sabré si habría tenido la fuerza para tragar mi orgullo y vivir, realmente vivir, algo que Ellie siempre sabía hacer. 

No comments:

Post a Comment